Un sistema educativo basado en la tecnocracia y la burocracia tiene aplastados a los profesores. Han perdido autoridad y prestigio así como el favor de los padres. Bajan sus sueldos y aumentan los contratos basura, y mientras se penaliza su dedicación a la investigación aumentan las tareas de pura gestión.
Mas cuando las normas son injustas, la conciencia manda obedecerlas lo menos posible. Tan alarmante situación justifica un llamamiento a la desobediencia académica, una rebeldía del profesorado que sea el ejemplo que los jóvenes necesitan para indignarse ante el negro panorama que tienen delante.